martes, 16 de noviembre de 2010

Clase 2

Ciencia y ética. De la técnica moderna a la póiesis

Quería plantear la clase de hoy en relación a la secuencia de las clases anteriores. En la primera clase ubicamos algo del orden de lo real que excede al discurso metafísico. Hay algo que excede a un orden simbólico que pretenda dar fundamento a un real reducido, a su vez, a lo simbólico. Desde esa pretensión se fundamenta una moral. Desde eso que excede se funda una ética. La clase pasada veíamos como la  racionalidad moderna encuentra una vertiente en el orden capitalista. Esta racionalidad que aspira a subordinar todo a ella, excluye algo del orden de la política, en tanto ésta viene a obstruir el libre funcionamiento del sistema como algo que se puede autorregular automáticamente. Ubicamos de qué manera desde allí se funda una moral, ya sea una moral del consumo o una moral del sacrificio que pretende suprimir, que rechaza, la posibilidad de una ética, es decir, la posibilidad de asumir la responsabilidad de tomar una decisión propia, de resolver frente a lo no preestablecido, lo no determinado. Algo de esta racionalidad produce cierta situación de crisis en el lugar del padre. El padre, más allá de ser el portador de la ley, es aquel que tiene que asumir la responsabilidad de decidir ahí donde hay un aspecto que la ley no contempla, que es en el cada caso. Hay algo de la posibilidad de decidir haciéndose responsable de eso para lo cual no hay una respuesta, es decir, ese claroscuro que queda siempre presente, que es lo rechazado por la racionalidad moderna. Esa racionalidad moderna encuentra su otra vertiente en la ciencia y en la técnica. Vamos a tomar como orientación dos textos de Heidegger: “La época de la imagen del mundo” y “La pregunta por la técnica”. Es importante ubicar como nuestra época es aquella en la que el discurso universitario, el discurso de los expertos, es el que pretende regular las relaciones. Hay allí cierta exclusión de la política, en la medida que se cree en la posibilidad de un saber que pueda subordinarlo todo a él, que pueda reducir la verdad a él. Una de las cuestiones que necesitamos aclarar es el término verdad en Heidegger. Para referirse a ella Heidegger toma una palabra griega aletheia. Este término hace referencia a lo que se desoculta que implica, al mismo tiempo, algo que se oculta. Este sentido se corresponde perfectamente con lo que dice Lacan en relación a la verdad como siempre media dicha. Nunca se dice del todo. De alguna forma aletheia remite a eso: algo del ser se desoculta pero, en ese desocultar, hay algo que se oculta. Es decir nunca hay un acceso pleno al ser. En relación al término ser en Heidegger, no nos extraviamos si lo ubicamos en relación con lo real lacaniano. Hay algo de lo real que nunca se desoculta del todo. Siempre se desoculta un aspecto y hay algo que se oculta. Con esto ya se marca un imposible: la imposibilidad de una verdad – toda que pueda ser traducida a un saber. Debe subrayarse que es el Ser el que se desoculta. Hay una cuestión central en Heidegger: el opera cierta descentralización del sujeto, del hombre como sujeto que encontramos en la filosofía cartesiana. Esta tiene su papel esencial en la ciencia y la técnica y en consecuencias que tienen presencia en nuestra época. No es el hombre para Heidegger el que va, accede al mundo, lo estudia, lo investiga, lo representa, sino que es el Ser lo que se le revela de alguna manera. Es lo real lo que se presenta de alguna forma en cada época al hombre. Se desoculta de distintas formas en cada época. Cuando él toma la ciencia y la técnica va a decir que la esencia de la técnica es la esencia de la modernidad. Está diciendo que ese es el modo particular en que lo real se le revela al hombre actual, al hombre de esta época. Es decir, no depende de la voluntad, del libre designio del hombre que determinaría la manera en que desoculta lo real, que implicaría ubicar al sujeto como amo, al hombre decidiendo. Es lo real lo que se desoculta de distintas formas en cada época, lo que implica que también algo se va a ocultar en cada época. En relación a eso Heidegger va a ubicar cierto peligro vinculado a lo que se oculta en nuestra época. En “La pregunta por la técnica” va a remitir precisamente a la técnica como el modo de desocultarse del Ser en nuestra época. La técnica no es una mera aplicación de los conocimientos científicos. No es que la ciencia está previamente en su búsqueda de conocimiento, lo produce y luego, como una consecuencia secundaria, se decide como aplicar ese conocimiento. La técnica no es una mera aplicación instrumental, secundaria, que podría estar o no estar en relación al conocimiento científico. Por el contrario, la ciencia está comandada por la técnica. Esto concretamente se traduce en que las investigaciones científicas se realizan si existe presupuesto para hacerlas, y hay presupuesto en la medida que hay un proyecto relativo a la aplicación concreta en la resolución de un problema. La lógica misma de la ciencia responde a la esencia de la técnica. En Heidegger el Ser podría ubicarse en relación con lo Real. Una de las cuestiones que va a plantear es que en la Metafísica occidental hay una reducción del Ser al ente. El establece una diferencia entre Ser y ente. ¿Qué sería el ente? Aquello que ha sido atrapado por el significante, en tanto representado. Es aquello que ha logrado ser capturado por lo simbólico. ¿Qué concepción del ente hay en la Ciencia Moderna y qué concepción de la verdad? El hace un desarrollo de ciertos aspectos esenciales de la Ciencia Moderna donde ubica la idea de proyecto, de lo matemático, la explicación, el experimento y la empresa, para luego ver que concepción de ente la sostiene. Cuando habla de proyecto sostiene que precisamente lo que hace la ciencia es proyectar sobre lo real cierto orden (relativos a los axiomas científicos) que permiten determinar, delimitar, configurar cierto campo de saber. Este campo de saber en las Ciencias Naturales en particular, y las Ciencias en general, tiene que ver con lo matemático. Busca la raíz del término matemático, que no remite meramente al número, sino a algo más fundamental. El origen de la palabra en griego es matématha que significa “aquello de las cosas que conocemos de antemano”. Para poder decir que aquí hay tres elementos, hay algo del número tres que ya conocemos. No nos es dado por la experiencia empírica. En ese sentido el número es algo que ya conocemos de antemano. Lo que hace la Ciencia es acercarse a lo Real a partir de aquello que ya conoce de antemano y trata de reducir ese Real a lo ya conocido. De ahí la cuestión de la explicación, donde justamente, aquello que es desconocido se intenta explicar desde lo ya conocido. En todo caso eso nuevo que aparece y que logró reintroducirse en lo conocido, enriquece lo conocido, pero perdiendo ese carácter de nuevo. Hay una aspiración a un saber que pueda ser representado, que conforme una estructura que reduzca lo Real. Por eso habla de la “Época de la Imagen del Mundo”. No se puede hablar de una imagen griega o cristiana del mundo. La época de la imagen del Mundo es la época en que el Mundo se vuelve imagen, cosa que no sucede ni en la Edad Media ni en la Antigüedad Clásica. Hablar de un Mundo que se transforma en imagen es hacer referencia a un Mundo que se reduce a la representación de un sujeto. El experimento realiza eso. Parte de una ley. A partir de ella hay una predicción de cuales son los resultados que se van a producir. El dispositivo experimental permite verificar si esas predicciones se cumplen o no. El esquema básico sobre el cual podríamos montar el espíritu esencial de la ciencia y la técnica es explicar, predecir y controlar. En tanto puedo explicar puedo predecir cuál va a ser el comportamiento. Si puedo explicar  que la causa del fenómeno A es B, yo se que si se produce B, se va a producir A. Por lo tanto yo controlo A, porque puedo producirlo cuando lo quiero producir y puedo intentar evitar que se produzca. Por  ejemplo el uso de psicofármacos implica la posibilidad de dominar el fenómeno de la sinapsis. A partir del conocimiento que se posee sobre el funcionamiento de la sinapsis nerviosa se puede inhibir o estimular al sistema nervioso. Cierto neurotransmisor es liberado al espacio sináptico tocando cierto receptor específico para que luego la neurona pre – sináptica recapte tal neurotransmisor para metabolizarlo  y volver a utilizarlo. Si con una sustancia se ocupan las vacuolas que alojan el neurotransmisor, se impide que pueda ser recaptado y, permaneciendo en el espacio inter neuronal sigue estimulando al sistema nervioso central. Este es el modo en que el antidepresivo permite controlar tal estimulación.
 La lógica que domina este proceso es el mismo desde el cual los docentes o los padres demandan un saber experto que otorgue la receta a partir de la cual el “niño artefacto” funcione adecuadamente. Esto tiene una incidencia directa sobre la responsabilidad. Todos advertimos que cuando aparece esta demanda de parte de los padres o la maestra eso está suponiendo su desresponsabilización. El responsable pasa a ser el experto que es quien le ha transmitido el saber y, en todo caso, si ese saber no produce los efectos adecuados… ya sabemos de quién es la culpa. Hay serie de saberes en el campo de la Psicología que reproducen esto y que implican una posición ética. Decidir, asumir la responsabilidad y resolver desde el lugar de sujeto responsable, es justamente lo que queda suprimido. De acuerdo con esto en el discurso de la técnica lo que queda elidido es el sujeto. De la misma manera que en el discurso de la ciencia, lo que queda elidido es el objeto.
Una aclaración: la noción de empresa a la que hace alusión Heidegger tiene que ver con que la ciencia no funciona a partir del sabio que trabaja en solitario, sino que hay toda una estructura funcionando que produce, al servicio de la producción de un saber que se reproduce, se hace circular, y todo lo que se continúa investigando es a partir de ese saber ya aceptado desde la institución científica correspondiente.
Lo que está elidido en el discurso de la ciencia es lo pulsional. Algunas cuestiones del pensamiento cartesiano permiten ubicar esta cuestión. Descartes parte de la duda como método. La primera consecuencia que se puede extraer de allí es la equiparación de la verdad con la certeza. Es en la medida que ese sujeto puede tener certeza de aquello que tiene como contenido de conciencia, que puede considerarlo verdad. No hay una verdad que exceda a mi certeza. No hay una verdad que exceda a la certeza que tiene el sujeto. En su procedimiento metódico someterá a la duda primero al conocimiento sensible, a través del argumento del sueño. De este argumento queda un residuo. Entonces procederá a dudar de los principios lógico matemáticos a través de la hipótesis del genio maligno. Ya no le quedaba nada de que dudar, salvo de que duda. No puedo dudar de que dudo. Dudar implica pensar, entonces existo. Eso funda la metafísica de la subjetividad. Esta supone al sujeto como fundamento de todo. Esto es lo nuevo en el planteo de Descartes. Ya no es el Cosmos. Ya no se trata de Dios. El fundamento es el sujeto que se caracteriza por ser solo una sustancia pensante. El término sujeto, subjectum en latín, traduce un término griego que es hipokeimenon que remite a aquello que está sosteniendo. Para la tradición griega no era el hombre el único sujeto. En la Modernidad lo que pasa a ser sostén, fundamento, es el hombre. ¿Qué hombre es fundamento de esta metafísica? Descartes pretendía fundar una filosofía que no pudiera ser nuevamente rebatida, sino que tenga un fundamento indubitable, inconmovible, es decir que valga para todos, frente al cual haya absoluta certeza. La duda metódica tiene que ser hiperbólica porque tiene que arrasar con toda posibilidad de duda. El sujeto que queda como residuo del procedimiento cartesiano es una sustancia que piensa. Ese es el sujeto moderno. Es un sujeto que no tiene mundo, que no tiene época, no tiene padre, madre, no tiene sexo, no tiene pulsión, no tiene cuerpo. Se reduce a un pensamiento que conoce el mundo. Dios aparece como un mal necesario. Necesita alguien que elimine la hipótesis del genio maligno. Para eso tiene que recurrir a Dios. A partir de éste reestablece al mundo, pero reducido a res extensa. Va a distinguir entre las cualidades primarias y las secundarias. Las primarias son las cuantificables y por consiguiente de ellas se puede obtener una medida válida para todos. En cambio las secundarias no otorgan esa garantía. Esta sustancia extensa, este mundo de pura medida, espacial, cuantificable es el que da pie a la física newtoniana[1]. A este mundo se le elimina la cualidad y queda reducido a magnitudes espaciales y temporales. En Ser y Tiempo, Heidegger hace una disección del espacio y el tiempo y muestra que aquello que nosotros suponemos que es el modo primario de vincularnos con el espacio, su concepción como distancia, no es algo primario en absoluto. Solo es el modo de tratarlo en la Modernidad. Por el contrario, el espacio está ligado al lugar y, éste, está ligado al sentido. Para poder decir que el martillo está fuera de lugar es necesario que éste tenga un lugar ligado a las herramientas. Se sabe que es el martillo, que función cumple, que relación tiene con el resto de las herramientas y que tarea voy a desarrollar en relación con el martillo. No hay una ubicación del martillo en términos de coordenadas geométricas. Al reducir al espacio a pura geometría se borra del espacio lo cualitativo, del mismo modo que se eliminará lo cualitativo en el tiempo. En la antigüedad y la Edad Media, el tiempo estaba ligado a los ritmos del cuerpo, de la naturaleza,  de las tareas que realizaba el ser humano. En la Modernidad se transforma en una variable cuantitativa. Desaparece la jerarquización y todo pasa a ser uniforme. Da lo mismo un lugar que el otro. En la Edad  Media se pone en juego el sentido. Si algo es más importante, por ejemplo, debe estar en el centro. De hecho uno de los argumentos de Copérnico para justificar su idea de que el sol es el centro del universo consistía en que si el sol era como fuente de vida tan importante, debía situarse en el centro. Queda claro que no existía la disyunción entre lo subjetivo y lo objetivo. Para nosotros sería inadmisible un argumento de ese estilo, porque supone que la realidad responde a categorías como lo más importante o menos importantes que se nos aparecen como claramente subjetivas. Ese sujeto cartesiano sin mundo y sin cuerpo es el observador científico, que a la hora de realizar una investigación científica supuestamente no pone en juego ningún deseo. De él está excluido todo deseo. Sólo lo asiste el puro y angelical deseo de saber. Por eso es un sujeto dividido. Tiene que ser neutral. No puede poner nada de su subjetividad en juego. Cuando se plantea la cuestión ética con relación a las ciencias, se lo hace como algo exterior. Especialmente cuando se hace referencia a la técnica se la piensa como un efecto secundario con relación a la ciencia.
Hay un texto de Mario Bunge en el que habla de la responsabilidad de la ciencia y de la técnica. Allí dice que ni la ciencia ni la técnica son responsables de nada. Sólo las personas son responsables. En todo caso, él establece tres niveles de responsabilidad. El científico investiga por el saber mismo es el que trabaja en la ciencia básica. El tecnólogo es aquel que utiliza el conocimiento científico para alguna aplicación práctica concreta. Por último están los políticos. Obviamente la culpa es de los políticos. El científico básico no tiene ninguna responsabilidad, él busca el saber por el saber mismo. El tecnólogo tiene cierta responsabilidad porque puede utilizar ese saber científico para curar o para hacer una bomba. Pero es el político que toma la decisión de contratar al tecnólogo para crear la bomba y no  curar, el que tiene la culpa de todo. Aparece la cuestión de la culpabilidad ligada a individuos que tendrían la responsabilidad de los males. No es la estructura. Hay un manual de lógica, un clásico, en el que su autor, Irving Copi, plantea la pregunta acerca de si la ciencia es previa a la técnica o si está subordinada a ella. Para sostener la primera posición cita a Einstein. Este afirma que lo que lo ha movido a investigar es su personal búsqueda de saber. Pero el argumento que propone Copi citando una autoridad científica como Einstein es el de este sujeto particular pero descontextualizándolo de este aspecto señalado por Heidegger que es la ciencia como empresa, como estructura de investigación al servicio de. Puede ser que Einstein estuviera movido por cierto deseo de saber pero eso no excluye que la ciencia como estructura esté subordinada a su aplicación técnica y al afán de dominio que está en ella. La Pregunta por la Técnica ubica como en la esencia de la ciencia hay un afán de poder, ya hay una voluntad presente en la supuesta neutralidad del sujeto que integra el dispositivo científico[2]. En la primera parte de este texto Heidegger toma las cuatro causas aristotélicas.  La sustancia está constituida por cuatro causas: la materia, la forma, que no es el formato sino su esencia, lo que lo hace ser lo que es, la causa final, su finalidad y la causa eficiente, el agente que produce la sustancia. Esta última entendida habitualmente como el agente que produce el movimiento aparece como algo externo que produce el efecto. Esa concepción es la que se pone en juego en la ciencia moderna. Para Aristóteles el término causa tiene que ver con responsabilidad, remite a algo inmanente. La causa final es la realización plena de la sustancia, de su esencia, de lo que la hace ser lo que es. El agente en su reflexión sobre la esencia produce la sustancia. La causa aparece ligada a la producción. El término producción se liga a póiesis, palabra de donde proviene poesía. Tekné, de donde viene técnica estaba ligada a la producción no natural. En la naturaleza se producen ciertos cambios por si mismos y la tekné supone algo del orden de lo no natural que pondría en juego el hombre. Sin embargo supone el permitir hacer aparecer algo de lo que está ahí. Si tenemos un tronco y hacemos aparecer  algo de lo que es posible que de lugar ese tronco, por ejemplo una escultura de madera, se pone en juego algo de la tekné. En este sentido la producción tiene que ver con una forma de hacer con lo real. La póiesis como una forma de hacer se acerca más al arte y no a la mera manipulación. Lo que está supuesto en el dispositivo científico técnico es la relación sujeto – objeto, donde ese sujeto busca entender ese funcionamiento para manipularlo. El sujeto no se acercará a ese tronco desde sus posibilidades, desde lo que le dice o se le revela en él, sino bajo la forma de un objeto de la botánica, por ejemplo. La póiesis es una manera de la aletheia. La producción, la tekné es una manera en que lo real se desoculta. El trabajo revela algo del tronco. Es un hacer con lo real que muestra cierta posibilidad al tiempo que oculta otras. En tal sentido la técnica es un modo de desocultamiento de lo real. El modo de desocultamiento que reduce al ente, ya ni siquiera a objeto, sino a recurso. Implica una degradación del mismo objeto, como recurso o fondo, pero en el sentido del stock, de la acumulación. El texto hace referencia a como el río se lo transforma en energía que se puede acumular. Es algo de lo que se dispone, se acumula, para tenerlo disponible para utilizar. Hay un término, Gestell, traducido  como estructura de emplazamiento. Carpio lo traduce como imposición, otros como dispositivo. Heidegger dice que la esencia de la técnica es esta estructura de emplazamiento, dispositivo o imposición. ¿En qué consiste? La técnica tiene tal esencia,  en tanto supone un modo de desocultar que reduce al ser a un recurso. Pero no es el hombre, el sujeto dominante, el que dispone y decide esto. Se trata de un modo de desocultar propio de la época, que atraviesa al hombre de esta época y hace que el hombre mismo se reduzca a recurso, stock. Tanto en la vertiente del consumidor, a través del marketing y la publicidad, como en su función de productor como “recursos humanos”. Los modos de organizar la empresa teniendo en cuenta las inquietudes, las ideas y opiniones de los trabajadores son sólo un modo más sofisticado y sutil de manipular y de hacer más eficiente la maquinaria productiva. Se ahorra la estructura del laboratorio que elaboraba las mejoras de producción y las innovaciones que luego se trasladaban a la planta de producción. Esta función la pasa a cubrir el propio trabajador con sus sugerencias y aportes. En el campo de la evaluación psiquiátrica los cuestionarios indagan comportamientos y datos “objetivos” del paciente, que muchas veces ni siquiera debe responder él mismo sino que lo hace un tercero (un familiar, el docente). En función de esto se evalúan las disfuncionalidades del paciente – artefacto y se prescribe la solución que, habitualmente, consiste en la administración de un fármaco, de una sustancia que permitirá que funcione correctamente. Hay algo de ese saber que ubica al sujeto que tiene una problemática en un lugar de puro recurso, pero también el psicólogo – psiquiatra queda reducido a mero instrumento. A pesar de su aparente lugar de agente él también es recurso dentro del sistema y del dispositivo general. Es aquel que dentro de la estructura hace que los artefactos que dejaron de funcionar comiencen a hacerlo correctamente o al menos no resulten perturbadores.
El Psicoanálisis se acerca más a la tekné griega y se separa de la técnica moderna en tanto reintroduce la responsabilidad del sujeto y la dimensión del goce pulsional que excede el campo de lo reductible al significante y a la contabilización. Dentro de la práctica médico – psiquiátrica solo cuenta el resultado y se ignora el proceso, como correlato de la suposición de que el objeto se captura, y es reductible al ente, a lo representable. La vía de la póiesis  permite hacer otra cosa con eso que no se sabe, poniendo en juego algo del orden de la responsabilidad subjetiva. De allí que la dimensión ética se vincula a lo pulsional, porque tiene que ver con aquello que no puede ser atrapado en un saber universal. Frente a eso cada uno tiene que resolver. No hay para todos. Hay que ver qué se produce en cada caso.


[1] El ideal de univocidad que tiene la ciencia lo lleva a decir a Heidegger que la ciencia no piensa. Pensar supone distintas perspectivas que hacen que cuando pienso algo desde una perspectiva algo se desoculta y algo se oculta. Cuando cambio de perspectiva otra cosa se desoculta y algo también se oculta. No hay posibilidad de verlo todo desde todos lados. Por eso las distintas perspectivas no se pueden sumar.

[2] Si la esencia de la técnica es la esencia de la Modernidad es porque lo que está presente en el conocimiento científico es ya una voluntad de dominio. Eso es lo que queda oculto en el discurso de la ciencia, que se presenta como prescindiendo y dejando afuera todo deseo y toda voluntad. Lo que oculta es lo oculto. Pretende que todo es pura presencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario