martes, 16 de noviembre de 2010

Clase 3

Responsabilidad y moral. El malestar en la era de la fluidez.
El inconsciente, la ley, el acto moral. La vergüenza.

I

En Freud el fundamento de la comunidad es la renuncia pulsional. Esto no es sencillo de dilucidar. Freud mismo dice que no se entiende “cómo es posible sustraer satisfacción a una pulsión” (Malestar en la Cultura, pag 96).
Lo que está en juego entonces es una renuncia, una privación de satisfacción en términos pulsionales, es decir una renuncia al goce. Esto, como ya Freud mismo lo señala en varios pasajes de su enseñanza, no es sin consecuencias, dado que una renuncia semejante debe ser resarcida.
De todos modos hay mecanismos para convivir con la pulsión sin sofocarla, lo cual es del órden de lo imposible. Dichos mecanismos:

1.    La transmutación como rasgo de carácter.
2.    La sublimación, como un destino pulsional posible, sin represión (Lacan en Seminario XI)

La objeción, el obstáculo más poderoso, según Freud,  que encuentra la cultura reside en la “inclinación agresiva” del ser humano, en tanto se trata de una disposición pulsional autónoma y originaria.
“La cultura es un proceso que abarca a la humanidad toda en su transcurrir y seguimos cautivados por esa idea”

En principio la cultura estaría al servicio de Eros en tanto quiere reunir a los indivíduos aislados, luego a las flias, las etnias, los pueblos y naciones en lo que llama humanidad.
¿Por qué? No lo sabemos.
Estas multitudes deben ligase libidinalmente entre sí. No basta la necesidad ni la comunidad de trabajo. Debe existir un lazo libidinal para que haya cohesión.
Contra este escenario, contra estos principios atenta la pulsión agresiva.


II

En todas partes se invoca la ética, se la pregona, a contrapelo de lo que postulaba Witgenstein, que dejaba la ética más bien del lado del silencio y no de la palabra, o sea, como dicen Jorge Aleman y Sergio Larriera, la ética tiene que ver con “un decir menos tonto”, pero un decir que se emparenta con el silencio, que tiene su misma textura.

El silencio y el vacío, dos modalidades extremas de falta en ser, son sin embargo lo que sostienen la dignidad del acto del decir, incluso del acto creador, del objeto de arte, de la Póiesis.

Sin embargo en nuestra higiénica, transparente e inquietante época actual, atravesada por el discurso científico y la técnica, erigidos ambos dominios en el sitial de Dios (que está muerto), la ética es una permanente invocación, lo cual no hace más que denunciar la impotencia del discurso político para estar a la altura de estas mutaciones de la cultura.

Luego de las décadas de posguerra, de los 60 y los 70, donde se produce una suerte de insumisión transgresiva de la norma y de los saberes establecidos, de los límites clásicos, el discurso de la ciencia interpela los límites del lazo social, estoy hablando de los límites clásicos del lazo social en la comunidad civil (la familia, la escuela, los lazos laborales, los profesionales, etc)

El lazo social está cuestionado en su fundamento. No es casual que sea el objeto de análisis de las corrientes contemporáneas de la filosofía política. Es necesario volver a pensar el lazo, luego de las transformaciones operadas en el mundo contemporáneo, en términos políticos, económicos y culturales. La ciencia y la técnica, de la mano de un capitalismo cada vez más poderoso y cohesionado, marcan el campo de una inquietante contemporaneidad.

En este contexto, la cuestión del límite es fundamental. Es la pregunta actual: cómo poner límites a aquello que dada la velocidad y lo inasible de los cambios, nunca termina de definirse con límites precisos. Cómo pensar el límite a los efectos de imponer una nueva moral que no atente contra el sujeto? incluso un poco más acá, contra la vida misma.

Hay un video que se puede ver en Youtube, en una intervención de Jorge Alemán en el Espacio Carta Abierta sobre el aborto, él dice que la biopolítica equivale, desde el punto de vista ontológico, a borrar las diferencias entre la dimensión política del sujeto y su condición biológica, de cuerpo viviente.
Esa diferencia que se borra es la acción de lo que hoy se llama en las corrientes contemporáneas de la F política, la biopolítica. Es el borramiento del lenguaje y la dimensión del sujeto y de la diferencia misma. Solo hay cuerpos parlantes reducidos a una variable de cálculo político y eso mismo opera en los campos de concentración o como pasó en nuestro país, en la ESMA, El Vesubio, Mansión Seré, El Olimpo. Lugares donde se intentaba a través de la tortura, extraer la palabra confesional.

Si se habla tanto de ética da cuenta de la impotencia del discurso político para posicionarse en relación a la responsabilidad. Esto lo vimos en nuestro país en los últimos debates de algunos proyectos de ley en el Congreso. Ley de medios, Ley de Matrimonio Igualitario.

Ahora, está en cuestión el Protocolo de Aborto no Punible en los Hospitales Públicos, a los que muchos médicos no acatan y miran para otro lado cuando deben practicar un aborto en algunos de esos casos. Incluso se está avanzando para una despenalización total del aborto y que se implemente como una práctica hospitalaria accesible y gestionada y controlada por el Estado, evitando así la clandestinidad de dichas prácticas.


Todo el problema de la clonación, de la donación de órganos, de la eutanasia, de la fertilización asistida, de la salud reproductiva, el problema del HIV y sus formas de prevención, las enfermedades endémicas como el cólera, el dengue, las gripes en sus diferentes variantes y la lista es larga.

Los desarrollos últimos que se están haciendo en el campo de la biología molecular, las células madres,  que en países como el nuestro, Brasil, Cuba y Venezuela, es tomado como una temática crucial de Estado. Todo el problema de la soja, con las 18.000.000 de Ha sembradas en todo el territorio nacional –el nuestro es el país con más territorios sembrados en todo el mundo, y gran parte del este monocultivo se exporta para biocombustibles- , todo el tema de los recursos naturales, proyectos que tienen que ver con la explotación minera, todos proyectos, debates, que en última instancia inciden sobre la vida humana.

Si todo esto no es biopolítica…

Son debates que tienen que ver con la ética, con la responsabilidad. Son debates alrededor del sujeto responsable, que tocan problemáticas que son de la ética, la política, los DDHH, etc. Son objetos dirimidos, tratados por la bioética, la biotecnología, la biopolítica. Se habla entonces, de ética, de lo público, de la corrupción, etc.
El discurso político no parece orientarse con claridad  frente a estos nuevos desafíos.
Ejemplo: la cuestión de la Iglesia, la cuestión de lo laico, el debate sobre un Estado laico –no olvidemos el factor de presión que impone la Iglesia en la mayoría de estos debates, los cuales no son precisamente teológicos, son políticos y de los cuales ninguno sale indemne.

Se declama en el campo político -sobre todo- un discurso anticorrupción, pero resulta impotente esta prédica para desmontar las condiciones de producción de lo que se denuncia, porque al fin de cuentas, tal como funciona el mundo contemporáneo, el capitalismo funciona no sin corrupción.

En relación a la penetración inquietante del discurso de la Ciencia, se invoca la presencia de una instancia donde la ciencia ceda, decline su carrera insensata hacia un orden cada vez más higiénico, más ordenado en función de axiomas que ella misma establece, un orden formal, transparente, racional, pero también sin pulsión, sin goce, vale decir sin sujeto. Cómo detener esta marcha hacia lo peor.

Hace unos días, le pregunté a un paciente, investigador de uno de los Institutos más prestigiosos del país que vino del exterior para trabajar en su país.
Terriblemente exigente y riguroso en su trabajo, trato de indagar cuál era el sentido de poner tanto empeño en la excelencia -palabra que él usa- y en la exigencia que ponía en sus objetivos dentro de la pequeña comunidad que integra. Dirige un proyecto que está considerado hoy como estratégico y el nivel de presión y exigencia que tiene es alto.  Le pregunto cuál es el sentido de semejante exigencia.
Me responde: “Lograr el nivel más alto, hacer la mejor ciencia posible…” y luego, una vacilación.
Quiere lo mejor y lo mejor y lo más excelente, rendir, investigar quizá para un Amo que él ni siquiera se plantea como posible. Forma parte de una carrera -así la llama- excesivamente competitiva, que no pregunta por el sentido de lo que hace. Si él la abandona, otro, más entusiasta, más ambicioso retomará la posta con los mismos ideales.

En otra ocasión otra pregunta similar, cuando me contaba el tipo de experimentos que se dedicaba a reproducir en su laboratorio sobre células que usaban embriones -no me habló de embriones humanos. Le digo que ese un tema de la ciencia pero también de la filosofía, que había todo un problema sobre esa cuestión, si ellos en calidad de científicos debatían su praxis, la ponían en cuestión, se preguntaban por los límites de lo que hacía. Me contestó que no, que ellos están su PC, en laboratorio, con sus aparatitos y lo que pasa afuera, no es asunto de ellos. Después de eso, por supuesto, viene a verme, porque cómo soportar semejante posición? Pero aclaremos, esto no es imputable a esas raras personas que hacen ciencia. Es un  efecto del discurso de la ciencia, del discurso de Contemporáneo. Parece que para que funcione es necesario que se cumpla la condición de no preguntar nada. No hay lugar para dudar, aunque sea un poco. El saber, la ciencia, el sujeto de la ciencia, el cogito, los límites de Dios, la garantía y la gran enemiga: la duda.

No retornó Descartes, es que desde que entró al Mundo Moderno, nunca se fue.

Heidegger tenía razón cuando se refería a la Técnica: la esencia de la misma no es parte de la técnica.

Lacan sostenía que el sujeto del psicoanálisis es el sujeto del psicoanálisis.

Jorge Alemán se pregunta: “Qué hace que la ciencia no detenga su provocación sobre el ser parlante y lo emplace a entregar sus fundamentos bajo el modo de lo calculable?, … Cómo dar un paso hacia otro lugar y que este no sea el intento romántico de un pasado de aldea?


Nos preguntamos entonces, a partir de acá:

La ciencia es inimputable?
La ciencia es responsable?
La ciencia es inobjetable?
Cómo dar un paso para limitar su efecto, sin caer en una cultura de aldea primitiva?
Cómo limitar las consecuencias de su acto?


En este sentido el lacanismo implica una implacable interrogación sobre los modos de universalización de goce y del rechazo o elisión del sujeto en la sociedad actual, globalizada, capitalista y atravesada de punta a punta por el discurso tecno-científico.

Esto ultimo es, por estructura, dado que el sujeto cartesiano en su fundamento mismo implica el borramiento de la pulsión.

Además, la verdad, en el discurso de la ciencia equivale a su formalización. Letras, números, teoremas, software ultra sofisticado, tecnología no masiva al servicio de fundar un Real que pueda ser enteramente formalizable. Qué lugar para el sujeto en este escenario. Es por cierto inquietante.

Lacan en 1950 ya había anticipado que el discurso científico conduce a la Civitas hacia una instancia que oscilaría entre “concentración económica de los mercados y las catástrofes políticas”. Esto de los mercados globales y también de la segregación -como rasgos del D Contemporáneo- lo dice en la Proposición del ´67. Entonces, si esto es así, el psicoanálisis propone “dilucidar las consecuencias que se deducen a partir del Inconsciente y su $ con respecto a alguno de los debates e interrogantes referido a la cuestión de la ética”

III

Pasamos de El Malestar en la Cultura a consideraciones en torno a la ciencia y la técnica contemporáneas, pero no es sin fundamento. El malestar... es un texto que marca un campo y como apunta a la estructura aplica perfectamente al tema que estamos trabajando.


El Problema Económico del Masoquismo (1924), es un tratado de moral en su primera parte. Articula la dimensión de la moral a la satisfacción libidinal, o sea pone en juego la pulsión o como diríamos hoy, el goce. Esta es la matriz de lo que Lacan va a trabajar como goce. Otro texto princeps es Más allá del principio del placer, que Lacan recorre en el Seminario XVII donde en relación a la compulsión de repetición va a hablar de memoria de goce, repetición de goce, del S1 como significante del goce.


Freud distingue tres masoquismos. Introduce una novedad: la norma de conducta (o la norma) articulada al goce y con la satisfacción libidinal. Es un tratado de moral, y a mi gusto detenta una fuerte marca nietzscheana, Dado que Freud utiliza en este texto categorías como crueldad, fuerza, ejercicio de poder, de evidente raíz nietzscheana.


Freud distingue tres masoquismos:


El erógeno, como condición de la excitación sexual.
El femenino, como manifestación de la feminidad en la subjetividad.
El moral: en este msq la ética tiene mucho que ver dado que se configura como una norma de la conducta vital, dice J Alemán. Fíjense esto: un masoquismo articulado a la norma.

La necesidad de castigo es un hecho de la práctica clínica, se puede captar en el consultorio y en el posicionamiento de los pacientes, ¿por qué? Porque refiere a su modo de gozar, lo cual de muestra como tal en el dispositivo mismo, bajo transferencia,. El goce opera cuando se instala el discurso, un lazo transferencial funcionando, un significante de la transferencia operando y un montaje de la pulsión en curso. En ese contexto, el $ goza, muestra, da a ver su goce, siempre masoquista, como todo goce fantasmático. Solo hay que saber operar con él en los bordes del fantasma.
Estos tres msq yo diría que entran en juego con la sexualidad, son el modo en que un sujeto vive la pulsión. La posición de objeto en el fantasma esta masoquista, orientada al masoquismo erógeno. En el fantasma donde aparece la condición erógena anudada al fantasma, el msq es evidente en esa voluntad de permanencia del sujeto en posición de objeto, maniatado, amordazado, en posición de ciega obediencia y sometido. Su voluntad (de goce) es la de ser un niño pequeño, castigado por “haberse portado mal”. Una falta tan imperativa, exige un castigo acorde, tan perentorio como difícil de situar en su causalidad. El sujeto es culpable, pero él ignora de qué es culpable. Lo único que sabe es que merece ser castigado.


Está el cuento de Franz Kafka, Ante la ley, que ilustra muy bien esta posición subjetiva y la opacidad de la norma.

Esa oscura voluntad es la que opera en el fantasma masoquista. No hay modalidad universal de goce, cada uno es particular. Para algunos será una voz que ordene gozar, para otro una mirada, para otro el tacto o un golpe en el cuerpo, etc.

Esta vertiente Lacan la desarrolló muy bien en Kant con Sade, donde pone en comunidad topológica el imperativo universal kantiano con el imperativo de goce sin hacerlos equivalentes. Es una suerte de inquietante vecindad, señalamiento deslumbrante de Lacan.

¿Cómo se articula la norma, la norma de conducta con la satisfacción libidinal? Freud dice que esta conexión no es obvia, no es evidente, dado que el masoquismo no refiere a zona erógena alguna (no hay unza zona parcial del cuerpo que esté en juego en esta modalidad de satisfacción), podríamos preguntar por cómo goza el que se atormenta por la culpa. Jorge Alemán dice que lo que queda erogeneizada es la moral misma.

Nietzsche en Genealogía de la Moral, luego de situar la responsabilidad como la capacidad de decir si de una voluntad libre y soberana de un hombre con memoria -lo cual en la historia de la cultura costó mucha sangre- se hace la siguiente pregunta en el Tratado 2, aforismo 4: “Pero, ¿cómo vino al mundo esa otra 'cosa sombría' la consciencia de culpa, toda la 'mala conciencia'?”

Nietzsche dice que la noción de “culpa”, en alemán “Schuld”, procede de “tener deudas” (Schulden). El dice que la cuestión de la compensación de una falta en el derecho penal tiene su origen en la relación contractual “acreedor y deudor” tan antigua como la existencia de “sujeto de derecho” y que remite a las formas básicas de compra, venta, cambio, comercio, tráfico. Esa lógica luego se complejiza y se hace cruel, sádica y apunta al ejercicio de hacer el mal por el placer de hacerlo:
“Por medio de la 'pena' infligida al deudor, el acreedor participa de una derecho de señores:
por fin llega él a experimentar el exaltador sentimiento de serle lícito despreciar y maltratar a un ser como a un 'inferior' -o, al menos, en el caso de que la auténtica potestad punitiva, la aplicación de la pena, haya pasado ya a la 'autoridad', el verlo despreciado y maltratado. La compensación consiste, pues, en una remisión y en un derecho a la crueldad”

En el af. Nro 6:  “En esta esfera, es decir, en el derecho de las obligaciones es donde tiene su hogar nativo el mundo de los conceptos morales "culpa" (Schuld), "conciencia", "deber", "santidad del deber", -su comienzo, al igual que el comienzo de todas las cosas grandes en la tierra, ha estado salpicado profunda y largamente con sangre. ¿Y no sería lícito añadir que, en el fondo, aquel mundo no ha vuelto a perder nunca del todo un cierto olor a sangre y a tortura? (ni siquiera en el viejo Kant: el imperativo categórico huele a crueldad... ) “

¿En qué medida puede ser el sufrimiento una compensación de "deudas"? En la medida en que hacer-sufrir produce bienestar en sumo grado, en la medida en que el perjudicado cambiaba el daño, así como el desplacer que éste le producía, por un extraordinario contra-goce: el hacer-sufrir, -una auténtica fiesta, algo que, como hemos dicho, era tanto más estimado cuanto más contradecía al rango y a la posición social del acreedor.
Más adelante, se pregunta:  "¿cómo puede ser una satisfacción el hacer sufrir?").

Esto es Nietzsche, solo un recorte. Vean si Freud no tiene un aire de familia con este pensamiento. No creo que sea casualidad.

Esta articulación entre culpa y deuda la hace Freud en “El Hombre de las Ratas”, entre Spielraten, deuda de juego, falta del padre que tiene la función de sostener al hijo en el fantasma masoquista (como todo fantasma) de Lorenz, determinada por la posición femenina en relación al lazo erotizado con el padre, fija no solo su posición de goce sino sus síntomas.

Ahora, en Freud esta gramática pulsional que determina posiciones de goce, es un mecanismo inconsciente.

Cómo se “faliciza” el goce de la mujer o de otro modo, cómo ingresa el goce de la mujer a la lógica fálica (ser o tener el falo, lógica del tener o no el falo, serlo o no serlo), lógica de la que Lacan da cuenta en textos de su llamada “primera clínica”, clínica del deseo, clínica si quieren casi hegeliana, del deseo como del Otro como reconocimiento (las inversiones dialécticas en el caso Dora, hasta el Seminario V), “La Dirección de la cura” o “La significación del falo”. La clínica lacaniana está sostenida en una lógica eminentemente fálica. Recién en textos más tardíos, su clínica va desplazándose hacia otros operadores, como la noción de goce, que introduce en el Seminario VII, y de ahí en adelante hasta el Seminario XI, en el que empieza a situar lo real de otro modo.

Estas son modalidades freudianas tanto en hombres como mujeres, “donde la pasividad del dolor del coito -por ejemplo- en el parir nombran el límite donde el significante se eclipsa frente al goce” (Jorge Alemán)

Como verán, la imbricación de estos masoquismos implica lo infantil. El msq moral articula libido y pulsión de muerte. Si hay crueldad, si hay pulsión de destrucción, si se cuenta con la pasividad del otro, por qué directamente el yo no aniquila al Otro? Por qué razón, si hay pulsión de muerte, no se aniquila a sí mismo, hablando del Yo...
Alemán dice que “el masoquismo moral es la traducción subjetiva de la pulsión de muerte que alude al momento lógico en que el sujeto se constituye en una renuncia a la satisfacción.”

nosotros habíamos situado la renuncia pulsional como fundante del lazo social. Por tanto, el emplazamiento de la moral como masoquismo moral, el cual tiene su raíz en la pulsión en tanto renuncia a su satisfacción, está en el inicio del lazo social. Por tanto, la moral -en tanto articulada al goce- no podemos pensarla por fuera de la cultura, es decir de la comunidad. (Ver Malestar en la cultura, Pág 123)

Noten que en el msq moral no hay zona erógena. Lo que queda erotizado, erogenizado, es la m oral misma por vía de del Superyó que sabe localizar al sujeto que ha renunciado a la satisfacción de la pulsión. Esa misma localización hace que se acumule goce, paradójicamente,, porque el goce es una sustancia acumulable, susceptible de acumular, como una sustancia producida por algún aparato que produce goce y luego, se acumula. Los discursos, por ejemplo. Haya aparatos de goce, como los discursos y el lenguaje, otro aparato de goce.

Satisfacer al imperativo kantiano es equivalente a la producción de goce, por vía del Syo. En el campo edípico -es decir fálico, fantasmático- del deseo neurótico como deseo del Otro -el Syo llama al goce y tiene estrechos lazos comunicantes con la satisfacción de la pulsión. Esta vertiente pulsional de la moral es lo que da subraya Lacan en Kant con Sade. Rompe Freud entonces con una modalidad metafísica de concebir la norma, rompe con la modalidad kantiana de derivar la misma de la razón práctica y encuentra sus raíces nada menos que en la pulsión.,

Si hay comunidad es porque hay renuncia, cosa que se puede verificar en la práctica clínica. 

El inicio de un análisis, es por la vía de una cesión de cierto goce. Esa cesión deja un resto, un acto que marca un inicio: la transferencia, la operación del significante de la transferencia. Lacan dice en la “Proposición del 67” que “al comienzo de un análisis está la transferencia”. Un goce que el sujeto cede con la realidad y el efecto es de un cierto alivio.

Vemos entonces que en el ámbito del consultorio, un espacio donde también funcionan estos principio fundacionales de instalación de un lazo (el analítico), se puede reeditar esta misma lógica. Freud en el citado artículo traza una correspondencia entre “el desarrollo cultural de la multitud y el del propio individuo”.  Incluso llega a hablar de un Superyó de la cultura.

¡Qué poderosa debe de ser la agresión como obstáculo de la cultura si la defensa contra ella puede volverlo a uno tan desdichado como la agresión misma! “ He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de autoaniquilamiento. Nuestra época merece quizás un particular interés justamente en relación con esto. Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben; de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado. Y ahora cabe esperar que el otro de los dos «poderes celestiales», el Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?
El malestar en la cultura”

 En un reportaje al final de su vida, Freud dice que la pulsión de muerte es una realidad efectiva y que “la muerte es un sucidio disfrazado”. Es decir, es absolutamente insoslayable la incidencia en la vida, en el Yo, de la pulsión de muerte.

Jorge Alemán: “ Hoy el desafío es probar suerte con un nuevo tipo de alianza con la pulsión de muerte inscrita en el modo en que la civilización acontece en el país

Muchas gracias
Julio Riveros


Bibliografía:
Freud, S.: “El principio económico del masoquismo”
Freud, S.: “El malestar en la cultura”
Freud, S.: “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños”
Lacan, J.: “Kant con Sade”
Alemán, J.: “La experiencia del fin”
Nietzsche, F.: “La genealogía de la moral”

Bibliografía complementaria:
Ons, Silvia: “Violencia/s”
Sinatra, Ernesto: “El toxicómano es un sinvergüenza”
Lewkowicz, I.: “Pensar sin Estado”
Zizek, S.: “Violencia en acto”

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